jueves, 3 de agosto de 2017

Energía vegetal


En esta ocasión,  comentaremos las investigaciones del profesor Olaf Kruse, este profesor dirige un equipo de investigadores en la Universidad de Bielefeld (Alemania), equipo que ha encontrado una curiosa propiedad en unas algas verdes (chlamydomonas reinhardti), a las cuales las podríamos considerar caníbales de sus vecinas.

Al igual que existen plantas carnívoras, que se alimentan de insectos, ahora sabemos gracias al profesor Kruse, que existen plantas capaces de alimentarse de sus plantas vecinas.

En primer lugar, conozcamos que investiga el profesor Kruse junto a su equipo, los cuales investigan el análisis de los mecanismos de señalización luminosa de las algas verdes, así como la utilización  de este conocimiento para el desarrollo de biocombustibles por medio de microalgas.

Las aportaciones más importantes del profesor Kruse a su campo de investigación son las siguientes:

-Genética molecular de adaptación de las plantas a la luz ambiente.

 Descubrimiento de los mecanismos fundamentales que regulan la luz de la chlamydomonas reinhardti , así como la capacidad de esta alga a adaptarse al cambio de los niveles de luz.

-Luz mejorada, eficiencia de la captura.

-Patentado de alta H2 línea celular productora.

-Estudios de viabilidad bioquímicos e industriales del proceso Bio-H2 Solar.

Ahora nos centraremos en el tema del artículo, puesto que el profesor Kruse y su equipo, han descubierto que la microalga verde chlamydomonas reinhardti, es capaz de alimentarse no solo a través de la fotosíntesis, sino que además es capaz de poder nutrirse de las plantas vecinas.

La ciencia creía, hasta este descubrimiento que sólo gusanos, bacterias y hongos podían digerir la celulosa vegetal, para utilizarla como fuente de carbono para su crecimiento.
Las plantas necesitan, para sobrevivir y desarrollarse, realizar la fotosíntesis, para la cual necesitan luz, dióxido de carbono y agua.

El equipo de investigadores de Kruse, descubrieron que el alga verde chlamydomonas reinhardti, es capaz de seguir creciendo en un ambiente escaso de dióxido de carbono, momento en cual esta alga unicelular, obtiene energía a partir de la celulosa de algún vegetal vecino, segregando unas enzimas que descomponen la celulosa del vegetal del vecino en azúcares simples, los cuales transportados al interior de su célula le permiten seguir creciendo.

Actualmente se está investigando, si otros organismos vegetales son capaces de alimentarse de la celulosa de otras plantas y parece ser que el resultado será positivo.

Este descubrimiento, en un futuro podría ser muy importante en la generación de bioenergía, puesto que la degradación de la celulosa vegetal es un tema muy importante en la fabricación de biocombustibles.

Actualmente se utilizan celulasas (enzimas para descomponer y procesar la celulosa vegetal), las cuales se extraen de hongos, los cuales necesitan materia orgánica para crecer, si obtenemos las “celulasas” de estas algas, no sería necesaria la materia orgánica para su producción.

Aprovecho el artículo sobre plantas y energía para escribiros sobre otro proyecto sobre electricidad y plantas, en este caso del Instituto Israelí de Tecnología (Technion).

Un equipo de Technion, bajo las órdenes de Gadi Schuster y Noam Adir, han conseguido manipular la fotosíntesis de manera que pueden obtener energía capaz de ser transformada en electricidad posteriormente.

Este equipo investiga una proteína la cual es muy importante en el proceso de mover electrones mientras se produce la fotosíntesis.

Esta proteína en su estado natural extrae electrones del agua trasladándolos a través de una membrana celular vegetal.

El equipo de Technion, descubrió que alterando uno de los cientos que aminoácidos  que contiene esta proteína, es posible cambiar la dirección de los electrones, lo cual hace posible aprovechar esta energía para utilizarla posteriormente.

El cambio de polaridad de esta proteína parece no afectar al comportamiento de la proteína, ni al crecimiento de la planta, por lo cual sería posible obtener grandes cantidades de esta proteína a un bajo coste.

Si todo esto se comprueba que funciona fuera del laboratorio, hace falta aun idear un mecanismo para convertir la energía bioquímica en electricidad, o quizás un motor que funcione con energía bioquímica.

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